HISTORIA DE ISLANDIA
Se cree que los primeros pobladores de Islandia fueron unos monjes irlandeses, aunque no hay pruebas arqueológicas que lo confirmen.
Sí se sabe, o al menos eso es lo que cuenta el Landnámabók o Libro del Asentamiento, que Islandia fue descubierta por Naddoddr, un vikingo de las Islas Feroe.
Islandia no fue habitada inmediatamente, sino que durante un tiempo, sus costas fueron visitadas por distintos marineros, hasta que se produjeron los primeros asentamientos de población.
Los islandeses reconocen como primer habitante del país a Ingólfur Arnarson, que fundó Reykjavik en el año 874.
Poco a poco fueron llegando a Islandia colonos que procedían de Noruega en suy mayoría, aunque también de otras regiones más alejadas, incluso de Irlanda, Inglaterra y Escocia.
Los habitantes del país se fueron organizando en clanes, en los que una persona, el goði, ejercía de jefe. Allá por el año 930, se reunieron todos los goðar(plural de goði) de Islandia en Þingvellir y crearon el Alþingi, la asamblea común, que daría paso con los años al actual Parlamento islandés. En esta asamblea se creaban leyes que memorizaba el logsogumaðr (en islandés el que dice las leyes).
Sobre el siglo XI, viendo que la presión europea para adoptar el cristianismo podía llevar a una guerra civil entre partidarios y detractores, el Alþingi decidió la conversión de todo el país a esta nueva religión, aunque permitió que los seguidores del paganismo siguieran practicando sus creencias en secreto.
En el siglo XIII Islandia perdió su soberanía, que pasó a manos de Noruega, bajo el reinado de Haakón V. Posteriormente, Ólaf, su hijo, sería nombrado rey de Dinamarca, por lo que pasó a pertenecer a la corona danesa.
Durante los siglos siguientes Islandia vivió grandes dificultades. Le fue impuesto el luteranismo como religión oficial, sufrió la terrible erupción del volcán Laki, que acabó con gran parte de los animales y redujo un 25% la población de la isla, con la hambruna posterior, y vio como las ansias absolutistas de los reyes daneses suspendieron el Alþingi y llevaron a una situación económica y comercial penosa.
Dadas estas circunstancias, a principios del siglo XIX se empezó a fraguar la idea independentista, que tenía su mayor representante en Jón Sigurdsson.
En 1843 se consiguió restaurar el Parlamento, aunque con funciones meramente consultivas. En 1874 se llegó a una cierta autonomía y, en 1918, a la autonomía política, aunque dentro de la Corona danesa. No fue hasta el 23 de mayo de 1944 que Islandia conseguió la independencia, proclamándose república el 17 de junio del mismo año.
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